La recesión gingival, como se le conoce formalmente, es más común entre los ancianos. Sin embargo, eso no significa que envejecer sea la causa. Se trata de un largo proceso que puede empezar en la adolescencia y puede dispararse por factores diversos. A veces, los problemas con las encías son heredados. Hay personas que heredan encías delgadas y frágiles que se retraen más fácilmente. Otros tienen dientes que están apretados o salidos, lo que implica que no hay suficiente espacio en la mandíbula para cubrir la raíz del diente. La higiene dental también juega un papel importante.
Sobre nuestros dientes se forma constantemente la placa. Si uno no evita que se acumule cepillándose y usando el hilo dental, la placa puede causar enfermedad periodontal. Si no se cura, una complicación posible es la destrucción del hueso que rodea al diente y el tejido de la encía en el que se asienta. A medida que el tejido se retracta, queda expuesta la raíz del diente, lo que hace que parezca más largo. Importa además la manera en la que nos cepillamos los dientes.
Si uno lo hace con movimientos laterales con un cepillo duro, existe el problema de ir desgastando gradualmente la encía. Es por eso que los dentistas tienden a aconsejar que uno se cepille haciendo pequeños círculos con un cepillo suave o usar un cepillo eléctrico para evitar que presiones mucho. El daño se acumula con el tiempo, haciendo que las encías se retracten imperceptiblemente, hasta que un día uno se mira al espejo y se da cuenta de que ha cambiado. Como esta transformación puede tomar décadas, mucha gente asume que es parte del proceso natural de envejecer. Con tantos factores diferentes involucrados, es difícil hacer estudios controlados. Muchos son transversales, es decir que describen un momento. Pero envejecer no causa la retracción de las encías: sencillamente, el daño se acumula y se hace más obvio con el tiempo.
Extraído de Infomed Dental nº 343 (27 de Septiembre de 2013)